Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS



Comentario

CAPÍTULO XXVI


De diversos géneros de frutales, y de los cocos y almendras de Andes, y almendras de Chachapoyas



No es posible relatar todas las frutas y árboles de Indias, pues de muchas no tengo memoria, y de muchas más tampoco tengo noticia, y aún de las que me ocurren, parece cosa de cansancio discurrir por todas, pues se hallan otros géneros de frutales y frutas más groseras, como las que llaman lucumas, de cuya fruta dicen por refrán que es madera disimulada; también los pacayes o guabas, y hobos y nueces que llaman encarceladas, que a muchos les parece ser nogales de la misma especie que son los de España, y aún dicen que si los traspusiesen de unas partes a otras a menudo, que vernían a dar las nueces al mismo modo que las de España, porque por ser silvestres dan la fruta así, que apenas se puede gozar. En fin, es bien considerar la providencia y riqueza del Creador, que repartió a tan diversas partes del mundo tanta variedad de árboles y frutales, todo para servicio de los hombres que habitan la tierra; y es cosa admirable ver tantas diferencias de hechuras, y gustos y operaciones no conocidas ni oídas en el mundo, antes que se descubriesen las Indias, de que Plinio y Dioscórides, y Teofrasto, y los más curiosos, ninguna noticia alcanzaron con toda su diligencia y curiosidad. En nuestro tiempo no han faltado hombres curiosos que han hecho tratados de estas plantas de Indias, y de yerbas y raíces, y de sus operaciones y medicinas, a los cuales podrá acudir quien deseare más cumplido conocimiento de estas materias. Yo sólo pretendo decir superficial y sumariamente, lo que me ocurre de esta historia; y todavía no me parece pasar en silencio los cocos o palmas de Indias, por ser notable su propriedad. Palmas digo, no propriamente ni de dátiles, sino semejantes en ser árboles altos y muy recios, e ir echando mayores ramas cuanto más van subiendo. Estas palmas o cocos dan un fruto que también le llaman coco, de que suelen hacer vasos para beber, y de algunos dicen que tienen virtud contra ponzoña, y para mal de hijada. El núcleo o medula de éstos, cuando está cuajada y seca, es de comer y tira algo al sabor de castañas verdes. Cuando está en el árbol tierno el coco, es leche todo lo que está dentro, y bébenlo por regalo y para refrescar en tiempo de calores. Vi estos árboles en San Juan de Puerto Rico, y en otros lugares de Indias, y dijéronme una cosa notable; que cada luna o mes echaba este árbol un racimo nuevo de estos cocos, de manera que da doce frutos al año, como lo que se escribe en el Apocalipsis; y a la verdad así parecía, porque los racimos eran todos de diferentes edades: unos que comenzaban; otros hechos a medio hacer, etc. Estos cocos que digo, serán del tamaño de un meloncete pequeño; otros hay que llaman coquillos, y es mejor fruta y la hay en Chile. Son algo menores que nueces, pero más redondos. Hay otro género de cocos que no dejan esta medula así cuajada, sino que tiene cuantidad de unas como almendras, que están dentro como los granos en la granada; son estas almendras mayores tres tanto que las almendras de Castilla; en el sabor se parecen; aunque son un poco más recias, son también jugosas o aceitosas; son de un buen comer y sírvense de ellas a falta de almendras para regalos, como mazapanes y otras cosas tales. Llámanlas almendras de los Andes, porque se dan estos cocos copiosamente en los Andes del Pirú. Y son tan recios, que para abrir uno es menester darle con piedra muy grande, y buena fuerza. Cuando se caen del árbol, si aciertan con alguna cabeza, la descalabran muy bien. Parece increíble que en el tamaño que tienen, que no son mayores que esos otros cocos, a lo menos no mucho, tengan tanta multitud de aquellas almendras. Pero en razón de almendras y aún de fruta cualquiera, todos los árboles pueden callar con las almendras de Chachapoyas, que no les sé otro nombre. Es la fruta más delicada y regalada, y más sana de cuantas yo he visto en Indias. Y aun un médico docto afirmaba que entre cuantas frutas había en Indias y España, ninguna llegaba a la excelencia de estas almendras. Son menores que las de los Andes que dije, y mayores, a lo menos más gruesas, que las de Castilla. Son muy tiernas de comer, de mucho jugo y sustancia, y como mantecosas y muy suaves. Críanse en unos árboles altísimos y de grande copa, y como a cosa preciada, la naturaleza les dio buena guarda. Están en unos erizos algo mayores y de más puntas que los de castañas. Cuando están estos erizos secos, se abren con facilidad y se saca el grano. Cuentan que los micos, que son muy golosos de esta fruta y hay copia de ellos en los lugares de Chachapoyas del Pirú (donde solamente sé que haya estos árboles) para no espinarse en el erizo y sacarle la almendra, arrójanlas desde lo alto del árbol, recio, en las piedras, y quebrándolas así las acaban de abrir, y comen así de lo que quieren.